A estas alturas de la vida todos hemos oído alguno vez que salir de la zona de confort es bueno.

De una forma u otra hemos escuchado todas las ventajas que supone salir de esa conocida zona: aprendes a gestionar el cambio, descubres nuevas personas, conoces nuevas perspectivas, aparece una nueva versión de tí mismo, te permite cambiar de vida, creces por dentro y por fuera…

Son muchas las voces que nos cuentan cómo salir, pero…

¿Y a entrar?

Se ha hablado tanto de salir de la zona de confort que nadie habla de que eso supone entrar en una nueva zona. Una desconocida, una que al principio no tiene que ser como esperas. Una que, no nos engañemos, no viene ni dada ni hecha.

Hace unos días, una de esas valientes a las que les nace la llama del cambio y deciden hacerle caso, me contaba que había cambiado de país, de trabajo…de todo. Y que, después de sus primeros días en su nuevo destino, se encontraba perdida, decepcionada y triste porque dudaba si expectativas y realidad llegarían a unirse algún día.

Y es que ese es el problema, nos enseñan a salir pero nadie nos enseña a entrar. 

Cuando sales de una etapa entras en una nueva.

Una nueva etapa que en tu cabeza es un lienzo pintado, definido, brillante, bonito y hasta colgado en la pared. Pero, en la realidad, es un lienzo en blanco que tendrás que dibujar cada día. 

Porque entrar significa: CONSTRUIR.

Entrar en algo nuevo es construir, dibujar, pintar, borrar, rectificar, volver a trazar y sobretodo, AVANZAR. 

Avanzar para que tu lienzo dibuje las expectativas que creaste aquel día que decidiste dar el paso. 

Avanzar para que tu lienzo describa todas esas películas maravillosas que tu mente imaginó.

Avanzar para que, si tu lienzo no sale exactamente como tú querías, sea el lienzo más bonito del mundo por ser trazado por la mano del valiente que se atrevió a dar la primera pincelada.

Porque entrar en tu nueva etapa requerirá esfuerzo, ganas, ilusión. Y, no te voy a engañar, seguramente más de una lágrima, pero por cada una de ellas, vendrán diez sonrisas. 

Porque no te atreviste a salir, te atreviste a entrar.

Salir es un paso, entrar es una carrera.

Y tú, valiente, alcanzarás tu meta. 

¿Y cómo sé cuál es mi meta? Responde a estas dos preguntas:

  • ¿Quién quiero ser?
  • ¿Hacia dónde quiero ir? 

El camino no termina cuando sales de tu zona de confort, empieza cuando entras en la nueva.

Porque si salir va de valientes, entrar va de algo más importante.

Entrar va de TÍ.