Hace un año que todos nos hemos adaptado a vivir de forma diferente y, sin duda, uno de los sectores que más ha tenido que adaptarse ha sido el sector de la educación.

Clases mixtas entre lo presencial y lo digital, normas diferentes, nuevas rutinas para aprovechar el tiempo en casa y el rol del profesor. Un rol que, si ya tenía una de las funciones más difícil de todas, educar, ahora ha tenido que transformarse en ser educadores, informáticos, blogueros…

 

Sin embargo, antes de todo esto, la educación ya contaba con un gran reto del que poco se habla y no es nuevo: la integración de la educación emocional.

 

Ayer tuve la oportunidad de compartir un rato en directo en Instagram con Pedro García Aguado. Una horita en la que estuvimos comentando los avances que se están haciendo en muchas escuelas en este ámbito y también todo el camino que queda por recorrer.

 

“Educar es enseñar a los jóvenes a valerse por sí mismos, ser felices es cosa suya” — nos comentaba Pedro. No es fácil ver a las personas que quieres sufrir por esas emociones a las que siempre hemos denominado “las malas”, y es más que entendible intentar reducir esos momentos de sufrimiento. Sin embargo, la vida es una moneda con sus dos caras, la de los momentos bonitos y la de los momentos que duelen.

Tapar una de ellas por miedo a sufrir es seguir anestesiando nuestras emociones hasta que ya no tengan nada que decirnos y ahí está el verdadero peligro, porque podremos sobrevivir pero nos habremos olvidado de vivir.

 

¿Es la educación emocional la responsabilidad de unos pocos? ¿O todos podemos hacer algo? Esta fue la pregunta que hice ayer a los seguidores de Instagram y el 84% de ellos respondieron: “Todos podemos hacer algo pero no sé cómo hacerlo”

 

Y es que, afortunadamente, cada vez hay más consciencia de la importancia que tiene la gestión emocional en nuestra vida, en nuestra capacidad de ser felices, de tomar decisiones y  de dejar una huella bonita en el mundo de los que nos rodean.

Pero cómo llevar esto a la educación aún es una hoja en blanco por definir.

 

Llegar al sistema educativo no es fácil, al final no deja de ser un gran organismo lento de ejecutar cambios, pero algunas de los comportamientos que comentábamos ayer entre todos y que podemos accionar en nuestro día a día para ello son:

 

  • Dar ejemplo expresando las propias emociones: comunicar sin juicios.
  • Hablar más de emociones sin que sea un tema relegado a un grupo de personas “intensas”
  • Poner foco, no solo en el resultado obtenido, sino también en la forma en la que se ha llegado a ese resultado dando importancia a valores como el compromiso, la perseverancia y la paciencia.
  • Dejar de usar frases como “No llores” o “No tengas miedo” y comenzar a explicar que detrás de esas reacciones del cuerpo hay una intención positiva que debemos comprender.
  • Antes de una decisión va la comprensión, de tu propia emoción y de la de los demás.

Aprender a entender cómo funciona nuestro cerebro a nivel emocional, cómo se gestionan los pensamientos, qué creencias tenemos de base que nos limitan, cómo cambiarlas, enfrentarnos a gestionar la frustración, la tristeza o el miedo así como a potenciar aquello que queremos, son muchas de las cosas que conseguimos dando cada vez más voz al estudio de la educación emocional.

Estudio, que hoy en día no es cosa de jóvenes ni de adultos, como hemos visto, es cosa de todos.