– ¿Te gustan las sorpresas?
– ¡Claro! Me encantan.
– Pues te ha llegado una multa por sorpresa
– Ah no espera esa sorpresa no la quiero.
¡Anda claro! Ni yo… No nos engañemos,
No nos gustan las sorpresas. Nos gustan las sorpresas que nos gustan.
Porque al final, el miedo al cambio es el miedo a no conseguir que las cosas salgan como tú quieres.
Esa es la razón por la que nos cuesta tanto tomar decisiones, que sólo queremos que las cosas salgan como esperamos.
Pero hazte una pregunta:
¿Qué harías si supieras seguro que va a suceder lo que tú quieres?
Piensa, qué es eso que cambiarías pero que no has hecho porque todos los escenarios que te imaginas son dignos del Óscar a la mejor película dramática.
Lo que pienses es aquello que deseas con todas tus fuerzas, si no, no te habría venido a la cabeza tan rápidamente.
Avanzar en el miedo al cambio significa abrazar la incertidumbre.
Significa saber que siempre puedes volver a cambiar de rumbo. Que la brújula señala al norte pero tienes otros tres puntos cardinales para elegir.
Solemos evitar enfrentarnos a los cambios que queremos por hacernos preguntas como: ¿y si no puedo volver atrás? ¿y si nada vuelve a ser como antes?
No te equivoques, si sientes que debes avanzar hacia una dirección es que no quieres estar donde estás ahora. Tenemos la extraña sensación de que si nos equivocamos nada volverá a ser igual, no podrás volver atrás… ¿y para qué quieres volver atrás?
No elijas volver atrás. Elige cambiar de dirección.
Y tú: ¿Qué harías si supieras que saldría como tú quieres?