“Yo no me hago expectativas y así no sufro”
¿Cuántas veces habremos dicho esta frase? Y es que cuando hablamos de expectativas parece que visualizamos un peligro gigante que se acerca y nos va a romper en mil pedazos.
A veces pasamos por momentos en la vida en que no las queremos, otros tenemos tanta ilusión y fuerza que las deseamos.
Entonces, ¿es bueno hacerse expectativas?
Antes de contestar a esa pregunta, déjame que te haga otra:
¿Qué son realmente las expectativas?
Una expectativa, es un sueño, un reto, un objetivo… ¿Y cómo no vamos a tener sueños, retos y objetivos en la vida?
Son cosas que queremos que pasen, ahora bien, cuando no lo conseguimos, duele y se sufre. Claro que se sufre y se pasa mal porque el miedo a sufrir es uno de los miedos más profundos del ser humano.
Sin embargo, déjame que te cuente una cosa curiosa de las expectativas. Albert Bandura, uno de los psicólogos más importantes de la psicología cognitiva, hace años se hizo una pregunta:
¿Las expectativas que me hago están relacionadas con el rendimiento que luego tengo?
Y después de diversos experimentos, comprobó que SI. Las expectativas que te haces sí están relacionadas con lo que vas a conseguir después.
Esto no significa que siempre vayamos a conseguir lo que queramos solo por soñarlo. Significa que si lo sueñas y te pones en marcha te acercarás más y tendrás más posibilidades de dejar de soñar dormido para empezar a vivir despierto aquello que quieres.
Cuando te haces expectativas, sueñas.
Cuando sueñas, te ilusionas.
Cuando te ilusionas, te orientas a la acción.
Y cuando hay acción, el sueño comienza a hacerse realidad.
Porque creiste en él.
Porque te atreviste a ilusionarte sin red de seguridad.
Porque te arriesgarte a sufrir confiando en tus alas.
Tendrás muchas más probabilidades de conseguirlo.
Y si no, eres lo suficientemente fuerte como para volverte a levantar.
Porque ser valiente para soñar va de soñar como si nunca hubieras tenido miedo.
¿Y ahora qué van a ser las expectativas para ti?