Juguetes Rotos… ¿O no? 

Hace años un gran amigo me dijo “me han salido tantas cosas mal que creo que mis mariposas no volverán a volar, mi ilusión está dañada, me he convertido en un juguete roto”

 

En aquel momento recuerdo que me impactó mucho esa expresión “juguete roto”, tanto que me ha acompañado durante muchos años sin saber por qué, ya que en ese momento no llegué a entenderlo. Me transmitió una gran tristeza ver a una persona estupenda, divertida, agradable, buena, inteligente… definirse así. 

 

Con el tiempo, las experiencias propias y las de otros empecé a entenderlo.

En esos primeros años en los que descubres tus emociones, nada te da miedo, te lanzas a todo, eres como un niño que no tiene teme a nada.

Te ilusionas, te enamoras, conoces a una persona o a más de una. Te hacen sentir especial y tú haces sentir especial.

Esas mariposas de las primeras relaciones que no pueden tener más fuerza cuando mueven sus alas.

E igual que llegan la ilusión, las emociones y las alegrías, llegan las primeras decepciones. A medida que pasamos de relaciones de adolescentes a relaciones de adultos todo se complica. En las primeras, en la balanza entre el amor y el miedo, nuestras mariposas se encargaban de poner todo su peso en el primer plato. Queríamos sin temor, nuestra ilusión era mucho más grande que nuestro miedo. Sin embargo, con el tiempo, las piedras de las decepciones van pesando más que las mariposas y cambian el sentido de la balanza. Se invierte y dejamos que nuestro miedo sea más grande que nuestra ilusión.

Y ese miedo, esas decepciones, esas historias fallidas por tí o por el otro van haciendo mella, encorsetan nuestra autenticidad, controlan aquella libertad en la que todo era alegría. Traen dudas, percepciones, temores y necesidad de autoprotección.

Atan las alas de nuestras mariposas.

Y es que hemos aprendido tanto… nos hemos hecho tan sabios, tan listos, tan entendidos de la vida… que nos hemos pasado de aprender cuando, a lo mejor,  deberíamos desaprender para volver a esa adolescencia valiente de emociones en las que las ganas podían al temor y la pasión a la razón.

 

Y cuando te das cuenta, tienes tantas ganas de querer y ser querido que te queman por dentro, pero también tienes tanto miedo a que eso no llegue, que nuestras barreras se han oxidado estando permanentemente alzadas. 

 

Y es en ese momento en el que sabes que te has roto. En ese momento es cuando entiendes que eres un juguete roto. Y es en ese momento en el que tienes que sacar todas tus fuerzas de dentro, toda tu ilusión y todas tus ganas para tirar esas barreras abajo por muy atascadas que estén. Porque el único juguetero que puede arreglarte eres tú mismo.

Porque tus barreras no son responsabilidad del otro, son tu responsabilidad. Tú las alzaste, tú puedes bajarlas para asomarte al otro lado.

Por que los valientes no son los que se encierran para no sufrir.

Los valientes son los que eligen avanzar a corazón abierto para vivir.

 

Las cicatrices son las heridas de los valientes, somos el conjunto de nuestros trocitos pegados, cada trocito es una experiencia, una vivencia, una huella, una prueba de que nos arriesgamos a sentir. No debemos intentar borrar las líneas que los unen, son nuestro pasado, sólo arreglarnos cuando lo necesitemos, porque somos nuestr presente. 

 

No somos juguetes rotos, somos jugueteros de nosotros mismos.