Cuando hablamos del miedo a exponernos parece que sólo es aplicable al entorno laboral y a personas que salen en medios de comunicación o en redes sociales. Sin embargo, ese miedo a exponernos tiene dos caras que van desde la esfera más personal de nuestra vida hasta la más profesional de nuestro trabajo.
Nuestro mundo actual, más allá de las nuevas tecnologías, está demandando otra cosa, está demandando autenticidad, cercanía y naturalidad, como personas y como profesionales. Atrás quedaron los tiempos en los que una cara podía esconderse detrás de un logo y un sentimiento detrás de un “no debo”. Por eso, es importante saber cómo vivir sin miedo a exponernos.
En nuestra vida personal buscamos gente similar a nuestra forma de ver la vida, transparente, en la que podamos confiar, que nos comprendan y nos escuchen, y esa misma expectativa tenemos a la hora de contratar productos y, sobretodo, determinados servicios. Ya no sólo nos importa lo que contratamos sino también a quién contratamos. Y para que nuestro público lo sepa, no nos queda otra que darnos a conocer.
El miedo a exponerte apaga tu luz por dentro y no te deja brillar por fuera.
Para darnos a conocer al mundo primero tenemos que conocernos nosotros, no en la parte más superficial de nuestro día a día, sino en la más profunda de nuestros valores, creencias y miedos. Una parte en la que cobra especial relevancia la educación en inteligencia emocional.
Por eso, el miedo a exponernos tiene dos caras: el miedo a exponerte a ti mismo y el miedo a exponerte a los demás. Sí, has leído bien, a ti mismo.
Mirarnos al espejo y decirnos verdades es duro y, a la vez, esa transparencia contigo mismo es lo que te hará más fuerte ante el miedo a exponerte a los demás. Tú eres el primero que tiene que saber valorarte los méritos más importantes, como reconocerte los miedos más paralizantes.
Cuando tu propia transparencia es tu mejor cara, nadie puede hacerte daño, porque llevarás por bandera tus fortalezas y sabrás que tienes tus mejoras en la escuela de la vida. Una escuela en la que, queramos o no, todos estamos matriculados. Esa es tu realidad, la que tú pienses de ti.
Lo que los demás piensen de ti no es tu realidad, es la suya.
Además de la necesidad de trabajar en el autoconocimiento de cada uno y en nuestros propios miedos, una de las herramientas más útiles para racionalizar el miedo a exponerte es trabajar tu marca personal.
Tu marca personal no es algo que sólo puedas tener si trabajas en una empresa o si quieres cambiar de trabajo como se ha creído en otros momentos.
Tu marca personal es proyectar al mundo aquello que quieres.
¿Para qué sirve?
- Con ella tendrás claro siempre si tus decisiones te acercan o te alejan de tu objetivo reduciendo ese temido miedo a la incertidumbre.
- Decidirás si las críticas, constructivas o no, merecen un tiempo de reflexión para ver en qué puedes mejorar o no merecen ni un segundo porque no son tu realidad.
- Te recuerda tu esencia, tu para qué, tu propósito de por el cual merece la pena luchar en los momentos duros.
- Te ayuda a buscar tu propia especialización y diferenciarte de los demás.
Por eso, trabajar tu marca personal, en tu entorno personal o en tu entorno laboral, es una de las mejores herramientas para racionalizar ese miedo a exponerte y brillar desde tu autenticidad. Porque lo que te hace diferente, te hace único.
Antes de pedir a los demás que te compren hazte una última pregunta:
¿Te compras tú?
Todos tenemos momentos en los que necesitamos sacar a la luz nuestra esencia, concretarla en un plan de acción y avanzar en ese miedo a exponernos. Si estás en ese momento y necesitas una mentoría individual, puedes encontrarme aquí.